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31 agosto, 2011 / esdaiposgrados

La hospitalidad como una necesidad esencial del ser humano de Carlos Llano Cifuentes

Este ensayo rescata el concepto fundamental de la dignidad humana desde el punto de vista absoluto y filosófico. De modo que el universo es antropocéntrico por la dignidad que el hombre posee. Aspecto que se encuentra ensombrecido por los nexos sociales de la civilización actual en los que la persona se ha convertido en un medio, en una pieza de recambio, con la inseguridad que esto conlleva. La familia se convierte así en los topos genuinos de la dignidad humana y adquiere una relevancia cultural única. Frente al economicismo —trama que rige las transacciones comerciales—, al racionalismo —que sirve de soporte al plan impuesto por la reglamentación estatal— y frente a los medios de comunicación, que, ejercen en ambos una fuerte influencia, se yergue el mundo del ethos vital, de la realidad individual, el mundo de la vida corriente, como una afioranza. En este mundo aparece un elemento de fuerza insospechada: la amistad, ámbito de plena confianza y correspondencia en la que el hombre se reencuentra con su propia dignidad. Es así que los objetivos fundacionales de ESDAI han resultado visionarios, al pretender influir, con los valores que propician la convivencia del hogar (la comprensión, el respeto, la confianza, la sinceridad y la sencillez), en las entidades sociales privadas y públicas, especialmente en las que deben ejercer directa o indirectamente la función de la hospitalidad.

     Voces muy autorizadas han señalado que la conciencia expresa de la dignidad de la persona humana se caracteriza como uno de los rasgos del panorama social contemporáneo’. Y esto no solo en la inquietud, sino también en la legislación. Es sorprendente notar que hasta casi la mitad de siglo XX, el concepto de dignidad no se haya introducido en la constitución de ningún país; puede hablarse en la constitución de la Revolución Francesa, de la libertad, igualdad y fraternidad, pero se omite, quizá intencionadamente, cualquier referencia a la dignidad. En la nuestra, nos inspiraremos en un concepto riguroso y exacto del universo, pero no en un concepto de la dignidad del ser humano, mas básico e importante, tratándose de una ley constitucional, que la exactitud de nuestra concepción del universo, por cierto cada vez menos exacta.

En el contenido del artículo I, 1, de la ley fundamental de la Republica Federal Alemana, se lee, por primera vez en la historia de la civilización, que «la dignidad del hombre es inviolable». Ciertamente que antes de esta ley fundamental hallamos en nuestro acervo jurídico la venturosa declaración de los derechos humanos, y su progresiva aceptación es lo que hace conjeturar a Juan Pablo II que se da hoy una mayor conciencia, una conciencia universal, respecto de la dignidad del hombre. Pero los derechos humanos no son los que otorgan la dignidad, sino al revés: estos derechos derivan del rango ontológico, de la metafísica del ser humano, Su constitución entitativa ultima es lo que hace que el hombre sea digno y puedan declararse respecto del derechos que a ningún otro hombre, ni al dotado de la mas alta investidura, le será licito transgredir, Pocas expresiones son tan familiares en el tiempo moderno como la de «dignidad de la persona humana», Y, sin embargo, nada mas superficialmente entendido. Se la entiende a veces como la exigencia de un mínimo bienestar material para vivir con decoro.

Otras, como el respeto que se pide para no herir, precisamente, la dignidad de un individuo; viene a ser así sinónimo de susceptibilidad: algo que se lastima con frecuencia. El concepto de dignidad tiene una connotación más radical, sin que eso signifique que una vida material decorosa y estar al resguardo de las ofensas ajenas no sean asuntos serios. Pero el genuino concepto de dignidad trasciende estas anécdotas. Quizá nos acerquemos al fondo del asunto si echamos mano de un recurso etimológico: medievalmente, a los axiomas, esto es, a los puntos de partida absolutos, a aquellas verdades a las que debíamos retrotraernos como en busca de los cimientos, se les llama dignitates: la dignidad era el fundamento absoluto, lo principal y radical en cualquier cuestión, el punto de partida, aquello a lo cual lo demás hacía referencia. Este sentido absoluto implicado en la etimología de la palabra dignidad se encuentra también en su concepto filosófico: la dignidad no significa, en último término, algo que tiene mucho valor, o que se encuentra en el rango superior de una escala, como se entiende a veces, rascando superficialmente su sentido. No es algo muy valioso, sino que esta mas alía del valor, con este significado: la dignidad de algo es lo que hace valiosas a las demás cosas por la relación que guardan con ese algo al que Uamo digno. Acabo de referirme a la dignidad de algo. Y esta expresión es inapropiada. No se puede hablar de «algo digno» como si hubiera así, indefinidamente, confusamente, varias cosas a las que se pudiera aplicar este calificativo.

La dignidad es tan seria que, en la esfera intramundana, solo puede aplicarse a una realidad: solo puede hablarse de la dignidad de la persona humana. De manera que esa misma expresión, dignidad de la persona humana, es de suyo reduplicativa, pleonástica, con una redundancia intencionada: solo es digna, en este mundo, la persona; solo es persona, la persona humana; persona, hombre y dignidad son pues vocablos en buena parte sinónimos o por lo menos coincidentes: por más degradado y empobrecido que se encuentre el hombre, por mas disuelto que se halle su ser personal en el anonimato de la masa, el hombre es persona, y sujeto por ello de su dignidad. Que queremos decir cuando decimos que la persona humana tiene dignidad, esto es, tiene un carácter absoluto. ‘‘

El reencuentro del hombre con su propia dignidad, con esa dignidad, dijimos, de lo que es único e irrepetible, no se lograra con los anémicos recursos que nos ofrezcan los bienes del mercado y las protecciones y ayudas estatales. Se localiza en su mundo esencial, en su verdadero mundo, que constituye el humus en donde hemos de hundir nuestras raíces de mujer u hombre. Estamos hablando, bien se ve, del área «de las solidaridades primarias, que constituyen el entramado de los mundos vitales, la subsistencia misma del ethos o ‘cultura’ en sentido radical»^’: Allí donde cl hombre se hace más hombre, donde se cultiva a sí mismo de manera personal. «Es el ámbito de la plena confianza y correspondencia, el lugar de lo insustituible y entrañable: lo que de suyo nunca está sometido al cálculo transaccional »^^ Yo me he preguntado alguna vez: qué precio tiene una sonrisa. cómo se paga el galante acercamiento de una silla.», (cuánto dinero debo darle a quien me cede el paso.?, (que cuenta presento cuando visito a un amigo enfermo.!*, Que me devuelve quien recibe mi limosna. que ocurriría si nos declaráramos en huelga y cesaran todas estas —y muchas más— prestaciones gratuitas, cancelándose todas las acciones hechas al margen de la política o al margen de la economía.?, o, peor ahí, que ocurriría si pasáramos factura por ellas.? Hay muchas cuestiones sociales que no pueden ser resueltas mediante la reglamentación o el dinero; problemas sociales que la civilización contemporánea declara ya irresolubles con los hechos, sino en los discursos políticos. Ni la administración pública tiene el monopolio de los auxilios sociales ni la empresa privada el de la eficacia. Más aun: el Estado y el Mercado pueden ejercer o facilitar una función; pero solo la persona puede ofrecer un servicio. El servir es atributo propio de la persona: el servicio público es una contradicción in términos evidencia mente palpable para todo el que haga uso de ellos, especialmente en nuestro país.

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